Por Silvie Chavez
El 9 de enero de 1987, el FSLN en el gobierno, marca un hito en la historia del país, con la promulgación de su nueva Constitución Política.
Hace 37 años, el 9 de enero de 1987, Nicaragua vivió un momento trascendental en su historia con la promulgación de la Constitución Política, un logro que se consolido a tan solo siete años y medios después del Triunfo de la Revolución Popular Sandinista en 1979.
Esto fue resultado de un arduo trabajo gestado durante un año y medio, liderado por una Comisión Especial Constitucional facultada por la Asamblea Nacional Constituyente a través del comandante Carlos Núñez Téllez.
La promulgación de la Constitución en 1987 representó el punto culminante de un proceso iniciado tras el Triunfo de la Revolución Popular Sandinista, simbolizando el compromiso de Nicaragua con la construcción de un nuevo marco político y social.
La gestación de la nueva Carta Magna, comenzó a tomar forma a través de un Anteproyecto elaborado por la Comisión Especial Constitucional, designada por la Asamblea Nacional Constituyente. Este grupo de trabajo se embarcó en una misión crucial para definir los principios y valores que regirían la nación.
La labor de la Comisión no solo fue técnica, sino también representó la diversidad y pluralidad de voces que buscaban plasmar en la carta magna los anhelos y aspiraciones del pueblo nicaragüense. Durante un año y medio, expertos y representantes de diversos sectores de la sociedad contribuyeron al diseño de una Constitución que reflejara la identidad y los valores de la nación.
El proceso constituyente fue un ejercicio democrático que fortaleció la participación ciudadana y consolidó la visión de una Nicaragua justa e inclusiva. La promulgación de la Constitución de 1987 se convirtió en un símbolo de unidad y esperanza para la población, marcando una nueva etapa en la historia del país.
En estos 37 años, la constitución ha sido la piedra angular de la estabilidad institucional en Nicaragua, proporcionando un marco legal sólido para el desarrollo y la convivencia pacífica. Su legado perdura como un recordatorio de la capacidad del pueblo nicaragüense para forjar su propio destino y como un faro que guía el rumbo de la nación hacia un futuro de prosperidad y justicia.
Comments