La GN, EEBI, y el CONDECA bajan de los convoyes militares para iniciar el desalojo de las fuerzas insurgentes, la que se convirtió en una feroz masacre de 35 jóvenes que se encontraban atrincherados en una barricada construida en lo alto de la Colina 110, del reparto Los Laureles.
— Primer aviso: ¡La Guardia viene por Sabanagrande!
Desde el primer día de la reunión en la casa de seguridad de doña Nila, el 8 de junio en el reparto Los Laureles, el anuncio de la Ofensiva Final, y la formación de la primera columna insurreccional jefeada por Marvín Úbeda Acuña, habían pasado cuatro días de intensos enfrentamientos y resistencia urbana.
Ese día 13 de junio, a tempranas horas de la mañana llega un poblador y les pone sobre aviso que “la guardia viene avanzando por el camino
de tierra de Sabanagrande”. Por lo que desde las Colinas, sale una escuadra guerrillera a patrullar el reparto, esta detecta las posiciones de la guardia nacional, sus francotiradores, y avanzadas de sus compañías. Regresan y se reconcentran en la Colina, son entonces las nueve de la mañana.
Lamentablemente el avance de la GN, no fue calculada por la rapidez y el factor sorpresa con que estos se movilizaron; tampoco sabían que con ellos venían soldados del ejército centroamericano del CONDECA, los que en una maniobra combinada con la aviación, los cercaron, lo cual tuvo consecuencias mortales masivas ya conocidas, reconocen en sus relatos, los sobrevivientes, el “Chino” Cesar Ampié, y César Téllez Sánchez.
Trágicamente este cerco sorpresivo y rápido — aéreo y terrestre — no pudo ser percibido, prevenido o medido como un asalto conjunto y de gran magnitud militar. La rutina de de sus operaciones insurgentes desconectadas del Estado Mayor del Frente Interno, eran atacar en movimientos y retiro las posiciones de la guardia y defender su base, la cual servía de mirador del despegue de los aviones. También se habían dedicado al apoyo logístico de atender las víctimas y heridos de guerra, transportándolos a los lugares de primeros auxilios.
Siendo esta las estrategias operativas de esta popular columna, que fue en esos oscuros y violentos días una beligerante fuerza de resistencia social, organización y apoyo, formada por jóvenes estudiantes, a las que se les fueron integrando otros jóvenes y pobladores de los barrios aledaños, vecinos y amigos, partidarios de la lucha y la sobrevivencia civil. Por lo que militarmente no estaban preparados para mantener temporalmente una guerrilla de posiciones, como las que se libraron en el Frente Sur, las colinas del Naranjo, y Sapoá.
— Segundo aviso: “¡La Guardia está en el Reparto!”
Cesa el bombardeo iniciado a tempranas horas. Son como las once de la mañana. El cansancio se refleja en los rostros sudorosos y sobresaltados de los chavalos que conversan sobre el reciente ataque aéreo. Algunos intentan cerrar los ojos en busca de un rato de sueño, otros continúan en la parte más alta de la colina divisando alerta, para dar aviso de las nuevas incursiones de aviones y avance de la guardia.
Pero otros de los grupos exploradores que se encontraban en las inmediaciones de Villa Libertad, sitio donde buscaron refugio durante el bombardeo, se movilizan raudos hacia el cerro para avisarles “que la guardia avanza hacia la loma”, y que una parte de ellos a penetrado al Reparto, con cuatro convoyes, y están ubican en los terrenos de la iglesia católica, que para esos días se encontraba en construcción. Ello significaba a una cuadra de la colina, la que entonces no se encontraba partida, por una calle, como está ahora, por donde transitan los buses, y demás automotores. (Esta colina, fue partida en los años ochenta por trabajadores de la administración del alcalde Carlos Carrión, quienes hicieron la calle, y en la acción desenterraron parte de los huesos, lo que para algunos pobladores del barrio que se opusieron en ese momento y sobrevivientes de la masacre, esta acción fue una “profanación” de este sitio histórico que sirvió de tumba colectiva de estos héroes de la resistencia).
En tanto, en la otra parte de los gendarmes se desplazaban al interior del camino de “Papa Chano” con tres convoyes más. Ambas convoyes militar estaban siendo acompañadas por dos tanquetas y una pala mecánica. Entonces ya eran horas, pasado el meridiano, y la tensa situación amenazaba en una inminente ofensiva que marcó con sangre como ya se conoce a este histórico sitio.
— El “anillo fatal”, el simulacro aéreo y el repliegue
Eran como las dos de la tarde cuando un grupo de combatientes suben al cerro para avisar que varios contingentes de guardias se desplazan raudos hacia las colinas rompiéndoles sus dos defensas de francotiradores (el de la Cañada y el observador de la casa de Fanor Jaens); posteriormente ellos continúan tendiéndoles un cerco, por el centro, los flancos derechos e izquierdo, “pero nadie creía que ya los tenían a una cuadras, y subiendo la pendiente”, relata César Téllez Sánchez, quien nos revela que ellos ya se estaban preparando para la retirada de sus posiciones, pero que no tuvieron tiempo, porque fueron acorralados brutalmente, por la vía terrestre y aérea.
En tanto el Chino Ampié, recuerda que mientras esto sucedía en tierra, por vía aérea “cinco aviones” se desplazaban enfilados por el flanco derecho e izquierdo, y artillados en posición de combate hacia la Colina, pero no disparaban, esto lo repitieron varias veces, con el objetivo de mantenernos en la zanja de comunicación, y permitirles a la guardia avanzar sin obstáculos.
“Cuando de pronto miramos entre la barricada, que las patrullas de guardias venían subiendo por las faldas de la colina, y los aviones seguían haciendo simulacros de bombardeo, para que los chavalos se mantuvieron refugiados en la zanja. Esta maniobra táctica fue descubierta cuando los soldados estaban a unos quince metros, y comienza el combate con fuego a quemarropa, y lucha cuerpo a cuerpo, con los pocos que estaban afuera de la zanja, la que estaba cubierta con láminas de zinc, piedra cantera y madera, pero los que estaban dentro no tuvieron oportunidad de escapar, sino que fueron masacrados, y posteriormente la pala mecánica se encargó de sepultarlos”, nos sigue narrando el Chino.
"Este operativo de la guardia fue apoyado por las tanquetas, los que en retaguardia venían disparando en dos direcciones, por la iglesia católica, y el paso de “Papa Chano”, con la idea que las tropas avanzaran hacia el frente, y los flancos derechos e izquierda, pero dejando la retaguardia, que era la única salida de escape a campo abierto que daba hacia el barrio Los Corteses. En esta única salida, un grupo de combatientes se batieron en retirada, llevándose a algunos heridos, otros cayeron en el camino heridos mortalmente por las balas enemigas".
Así hemos logrado hacer la primera reconstrucción histórica de estos hechos sangrientos que estremecieron La Colina 110, donde la guardia nacional, en conjunto con la EEBI y el CONDECA se toman este importante bastión de resistencia popular, no sin antes masacrar a unos 35 jóvenes nativos del reparto Los Laureles, y barrios aledaños, entre ellos su comandante, Marvin Luis Úbeda Acuña (El Viejón).
Otras masacres de la GN se dieron en distintos sitios de la capital
Del primero de Junio al 19 de Julio, sumando 49 días, Managua fue escenario de violentos enfrentamientos militares, donde quedaron sus funestas y heroicas huellas.
La llamada Ofensiva Final se transformó en la virulenta Insurrección Popular en los barrios occidentales y orientales, corriendo la sangre en violentas matanzas, efectuadas por los las tropas de la guardia nacional en diferentes sitios de la capital, donde las víctimas fueron los jóvenes levantados en armas, colaboradores y pobladores bajo sospecha o que se cruzaron en su camino.
Baste citar las masacres de Batahola, donde perecieron bajo las balas unas 180 personas entre combatientes y civiles, asimismo se dieron las matanzas en los sectores del Kilocho, y El Paraisito; y cuando se produjo El Repliegue Táctico a Masaya del 27, al día siguiente, los bombardeos indiscriminados y masivos en sitio de Piedra Quemada, Nindirí, La Barranca, muriendo más de un centenar entre combatientes y civiles en esta marcha forzada, temeraria, angustiosa y por la sobrevivencia.
Los barrios populares de Managua estaban ateridos, en estos días también se asesinaron a varios jóvenes de la Cruz Roja, algunos de las Américas como Berardo Chavarría (también hermano de Oscarito, un niño de diez años muerto por un francotirador), Javier Bermúdez, y Danilo Martínez, los que fueron enterrados en una loma de San Judas.
Se estima que esta guerra insurreccional iniciada en septiembre de 1978, y finalizada un 17 de julio de 1979, dejó alrededor de unos cincuenta mil muertos en todo el país.
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