Por Silvie Chavez
El Legado de Gaspar García Laviana: sacerdote, poeta y guerrillero que llegó desde España a Centroamérica, dejando una huella imborrable, desafiando la opresión y dedicando su existencia a la causa de la liberación.
En los oscuros días de la dictadura en Nicaragua, emergió un héroe singular, Gaspar García Laviana, cuya vida se entrelazó con el servicio sacerdotal, la poesía apasionada y la valiente lucha guerrillera.
Las Rozas Asturias 1941 – Nicaragua, 11.XII.1978. Gaspar García Laviana, conocido como Ángel Miguel, comandante Martín, nació en el seno de una familia minera asturiana. Su camino excepcional se trazó desde las aulas de Valladolid y Logroño hasta el altar, donde fue ordenado sacerdote en 1966 como miembro de la orden del Sagrado Corazón.
Su compromiso con la Teología de la Liberación y el movimiento de curas obreros lo llevó a Madrid, donde, además de pastorear la parroquia de San Federico en Valdezarza, trabajó humildemente en una carpintería local. Este periodo marcó sus primeros pasos hacia una visión heterodoxa de su labor pastoral.
En 1969, Gaspar García Laviana partió a Nicaragua como misionero, asumiendo las parroquias de San Juan del Sur y Tola junto a su compañero Pedro Regalado. Confrontando la pobreza y el analfabetismo bajo la sombra del régimen de Anastasio Somoza, García Laviana desafió al establishment eclesiástico, acercándose a las necesidades de la población empobrecida.
Su valentía se destacó en la construcción de una casa comunal en San Juan del Sur, financiada incluso con un desafío de boxeo al campeón nacional nicaragüense.
Su descontento con la corrupción, la prostitución y la falta de iniciativas gubernamentales lo puso en conflicto con la Guardia Nacional. Desilusionado con el poder de la iglesia como agente de cambio, García Laviana se unió al FSLN en 1977, tras un período de entrenamiento en Cuba. A mediados de los años 70, integró el Frente Sur bajo las órdenes de Edén Pastora.
El 11 de diciembre de 1978, García Laviana cayó en una emboscada de la Guardia Nacional mientras lideraba la columna Benjamín Zeledón en "El Infierno". Su legado perdura en hospitales, escuelas y bibliotecas en Nicaragua, así como en una avenida en Gijón y Tuilla (Asturias).
Tras el triunfo de la revolución sandinista, sus poemas fueron recopilados en "Cantos de amor y guerra" por el Ministerio de Cultura. Su nombre sigue siendo un símbolo de resistencia y liberación en dos continentes.
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