Por Carlos Fonseca Terán.
Yo era un niño cuando tuve la inmerecida suerte de conocerlo, a él y a tantos de nuestros héroes forjadores del Frente Sandinista durante la lucha contra la dictadura somocista. Digo inmerecida, porque no la tuvo mi generación, la de los ochenta, la del triunfo y la siguiente guerra; y yo sí la tuve, por circunstancias ajenas a mérito personal alguno. Y no tengo mala memoria.
Por eso recuerdo que Camilo Ortega Saavedra, además de todas sus virtudes y méritos (de los que poco hablaré, porque son bien conocidos y en estos días hay abundante información al respecto), es una de las personas con el alma más pura que yo he conocido. Pureza que irradiaba en su mirada limpia y se reflejaba en la ternura que expresaba su rostro.
Yo recuerdo eso de Camilo. Y quería decirlo porque sé que es una cualidad suya muy poco conocida y de la que sólo puede hablar quien lo haya visto en persona. Es una manera de saldar mi deuda con la vida por haber tenido ese honor único entre los militantes que no nacimos a tiempo para vivir la epopeya de la cual él fue parte tan importante, aunque después hayamos tenido la dicha de vivir la nuestra también, pues hasta en eso he sido afortunado.
Camilo, el Apóstol de la UNIDAD SANDINISTA. Nuestra unidad, ese singular atributo del Frente Sandinista que es parte fundamental de nuestro patrimonio moral y uno de los mayores motivos de orgullo para los revolucionarios nicaragüenses, por ser tan difícil de alcanzar para una organización política revolucionaria y convertir en algo sagrado, como lo es para nosotros, los sandinistas. La unidad, un atributo sin el que no se concibe ese otro tan decisivo, que es NUESTRA CAPACIDAD HISTÓRICA DE VENCER, nuestra VOCACIÓN DE TRIUNFO, el carácter del FSLN como VANGUARDIA REVOLUCIONARIA VICTORIOSA.
¡Viva el Comandante Camilo Ortega Saavedra!
Con Daniel y Rosario, SIEMPRE AL FRENTE,
¡VIVA EL FRENTE SANDINISTA DE LIBERACION NACIONAL!
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